INSTRUCCIONES
PARA UN ENTRESUEÑO
A
Cortázar
Lo último que recuerda
es el suelo resbaloso, las luces del carro que lo cerraron, el bache en la
llanta delantera, un par de metros suspendido en el aire viendo pasar uno a uno
los momentos más importantes de su vida, el golpe en el ojo contra el duro
asfalto, el casco rodando metros lejos de él, el motor de la moto dejando de
rugir lentamente, la sirena de la ambulancia aproximándose, los paramédicos
bajando presurosos con la camilla en la mano, un eco diciendo “se nos va”, horas de interminable
silencio interrumpidas por voces de enfermeras que hablan de lo difícil que
estuvo el turno o la voz de un medico que dice sin titubear: no hay nada que
hacer. Abrió los ojos. Se levantó
presuroso en dirección del espejo, se miró detenidamente, ni una marca, ni una
señal del accidente, “todo fue un sueño” pensó sonriente. Se colocó el gabán y
salió a la calle, hacía frío, la vieja iglesia del pueblo estaba allí frente a
la colorida plaza, todo estaba como lo recordaba. “Hola Julio” dijo saludando a
Cortázar que pasaba por ahí, “espero que
este año me regalen para el aniversario de un reloj”, al terminar la frase se
dio cuenta que algo no estaba bien, que era una frase absurda, y viendo desde
lejos como su parte inferior izquierda llamada pie se enredaba con su parte
inferior derecha, también llamada pie, y se disponía a caer por la larga
escalera, supo que el sueño todavía no había terminado.
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