UN PUEBLO
CUALQUIERA EN LAS MONTAÑAS DE COLOMBIA
Bajó por el camino de herradura que desde su casa
incrustada en la montaña conduce al pueblo, sus pasos eran lentos, con el aire
de quien no va a ninguna parte, que sólo se desplaza por inercia, a cumplir la
rutina y a la deriva del destino. Llevaba sobre si el peso de una guerra, una
guerra que nunca le perteneció pero que le arrebató lo único que tenía, el amor
de su familia y las ganas de vivir. Los trinos de los pájaros le llegaban
ausentes, distantes desde los verdes arboles de naranja, de mango, de mandarina,
de plátano, de café y de otros que adornaban la montaña, verdes claros, oscuros,
azulosos, grisáceos y esmeraldinos que configuraban el paisaje; le llegaban en
cambio los ecos de metralla, el silbido fulgurante de los cilindros de gas casi
rozándolo y el estruendo de las bombas cayendo.
Como todos los días se detuvo en el cementerio, donde
el pueblo de los muertos se une con el pueblo de los vivos, despojos humanos
que no anhelan nada, que de la vida sólo esperan que la muerte se acuerde de
ellos. Dejó un par de flores, que recogió por el camino, en dos tumbas, en
medio de las flores marchitas de las demás tumbas, y elevó una plegaria al
cielo, a un dios en el que ya no cree y al que no le cree, por el alma de su
esposa y su hijo; ni siquiera visitó las tumbas de sus padres, hermanos,
primos, tíos y vecinos. Se marchó de allí con el mismo paso calmo y con las lágrimas
deslizándose por sus mejillas tostadas por el sol.
Se sentó, como todos los días, en la mesa del fondo
del bar que queda frente al parque, a beber aguardiente, siempre mirando hacia
la puerta, como quien espera a alguien. Se acostumbró a beber aguardiente
mirando hacia la calle, quería ver el rostro homicida que apretara el gatillo, quería
ver el rostro del que con lista en mano llamaría uno a uno para darles un tiro
en la nuca, quería oponer resistencia como no lo hizo anteriormente. Le han
dolido estos años, le ha costado darse cuenta que el día de la masacre, al igual
que el resto del pueblo, él también murió.