Mi relación con mi
padre se deterioró hace años, cuando dejamos de ir juntos al estadio, cuando todavía
era un niño. Mi padre es hincha fiel del glorioso Atlético Bucaramanga, yo ya
no miro fútbol, ocasionalmente miro los goles, pero en aquellos años era
seguidor furibundo del América de Cali, de pronto por la tendencia demoníaca
que decían otros familiares que estaba impresa en mi espíritu y que se veía en mis
ojos, así explicaban mi atracción por los diablos rojos, de pronto por la nómina
colosal que poseía en los años ochenta, nomina que al igual que otros clubes
solo podía ser pagada por el dinero producto del narcotráfico, pero yo no lo
sabía. Yo ya no miro fútbol. Mi padre es liberal de partido, pero godo en sus
creencias, cree en la santísima trinidad, en las relaciones sexuales solo
dentro del matrimonio y en la vida eterna. Mi padre es liberal, yo no soy de ningún
partido político, en otras épocas eso hubiera bastado para ser desheredado o
declarado muerto para la familia, épocas en que el país se encontraba
polarizado de forma extrema, épocas que podrían estarse repitiendo en un pueblo
que no conoce su historia.
Durante muchos años no
nos hablamos sino para lo esencial, solo en casos de extrema necesidad. Mis ideas
políticas estaban muy lejos de mantener el statu quo, todavía lo están, ahora
con mayor razón, esa fue otra razón para distanciarnos todavía más. Sin embargo,
los últimos años recibo las llamadas de mi padre con agrado, hablamos del Atlético
Bucaramanga y de que en el próximo campeonato va rumbo a la libertadores, me
recomienda que eduque bien a mis hijos para que nunca sueñen con ir a la
guerra, para que nunca se enlisten en el ejército.
Los últimos años hemos
estado de acuerdo en algunas cosas, que no nos simpatiza el régimen del vecino país,
que no nos gusta ver miss universo, que el único camino es la paz, que Colombia
se ha convertido en un estado paramilitar, que muchas personas del país están poseídas
por la sed de sangre, que estamos en desacuerdo con las guerrillas, que el
gobierno de Santos fue un fracaso pero que la negociación con las FARC fue un
acierto, que no apoyamos la violencia en ninguna de sus manifestaciones, que
estamos en contra de las desapariciones forzosas, de los falsos positivos, de
las masacres paramilitares, de los asesinatos sistemáticos de los líderes
sociales, de cómo los medios de comunicación desvían los ojos de la problemática
interna del país hacia Venezuela, de cómo se culpa de todos los problemas
internos a los venezolanos que vienen en busca de oportunidades, de cómo el
sistema de salud del país es una porquería, de cómo los discursos de guerra se
esparcen en el viento, vientos de guerra contra los terroristas de las
guerrillas, vientos de guerra contra la dictadura del vecino país, vientos de
guerra contra los líderes campesinos, contra todo aquel que exprese su
inconformismo e incomodidad con el gobierno de turno.
Los últimos años recibo
las llamadas de mi padre con agrado, hablamos del Atlético Bucaramanga y de que
en el próximo campeonato va rumbo a la libertadores, hablamos de la situación política,
económica y social del país, de la falta de justicia que hay en este país, que
el principal criminal de este país ocupa una curul en el senado. Estamos convencidos
que lo único bueno de la guerra de Uribe, es que nos ha dado tema de que
hablar, y nos ha hecho volver a estrechar los lazos.