viernes, 1 de febrero de 2019

Procrastinación


En agosto decidió empezar a escribir la novela, trabajo que venía posponiendo desde hace años y que figuraba en la lista de las cosas por hacer ese año, lista que había preparado en marzo y que se amontonó junto a las otras listas de cosas por hacer. Hizo la lista solo porque se le convirtió en una manía el hecho de realizarlas, porque alguna vez leyó que tenían una utilidad práctica a la hora de iniciar un proyecto o de organizar el tiempo. Al sentarse frente al computador, sintió la necesidad expresa de tomar un café, puso el agua a hervir mientras revisaba entre el montón de papeles como los viejos propósitos venían siendo reencauchados año tras año, fijándose en cómo había tachado, en las mismas, proyectos sin cumplir, proyectos que dejaron de importar, ideas que pasaron a un segundo plano. Apenas hirvió el agua colocó en ella las dos cucharadas de café instantáneo que usaba siempre y regresó a su documento en blanco. Inició escribiendo: “Epitafio para un enfermo de cáncer de pulmón: su vida se esfumó en un hilillo de humo.” Encendió un cigarrillo, aunque dejar de fumar estaba en cada registro de sus intenciones de cambio, “mañana empiezo a dejarlo” se dijo a sí mismo para no empezar a mortificarse, de todas formas “la muerte es un compromiso de todos” y siempre hay tiempo para un último cigarrillo.

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