domingo, 17 de febrero de 2019

Lo único bueno de la guerra de Uribe. (Pequeña nota biográfica).


Mi relación con mi padre se deterioró hace años cuando dejamos de ir juntos al estadio, cuando todavía era un niño. Mi padre es hincha fiel del glorioso Atlético Bucaramanga: Yo ya no miro fútbol, ocasionalmente veo los goles, pero en aquellos años era seguidor furibundo del América de Cali, de pronto por la tendencia demoníaca que decían otros familiares que estaba impresa en mi espíritu y que se veía en mis ojos, así explicaban mi atracción por los diablos rojos; de pronto por la nómina colosal que poseía en los años ochenta, nomina que al igual que otros clubes sólo podía ser pagada por el dinero producto del narcotráfico, pero yo no lo sabía. Yo ya no miro fútbol. Mi padre es liberal de partido, pero godo en sus creencias, cree en la santísima trinidad, en las relaciones sexuales sólo dentro del matrimonio y en la vida eterna. Mi padre es liberal, yo no soy de ningún partido político, en otras épocas eso hubiera bastado para ser desheredado o declarado muerto para la familia; épocas en que el país se encontraba polarizado de forma extrema, épocas que podrían estarse repitiendo en un pueblo que no conoce su historia.
Durante muchos años no nos hablamos sino para lo esencial, sólo en casos de extrema necesidad. Mis ideas políticas estaban muy lejos de mantener el statu quo, todavía lo están, ahora con mayor razón, esa fue otra razón para distanciarnos todavía más. Sin embargo, los últimos años recibo las llamadas de mi padre con agrado, hablamos del Atlético Bucaramanga y de que en el próximo campeonato va rumbo a la libertadores, me recomienda que eduque bien a mis hijos para que nunca sueñen con ir a la guerra, para que nunca se enlisten en el ejército.
Los últimos años hemos estado de acuerdo en algunas cosas: que no nos simpatiza el régimen del vecino país, que no nos gusta ver miss universo, que el único camino es la paz, que Colombia se ha convertido en un estado paramilitar, que muchas personas del país están poseídas por la sed de sangre, que estamos en desacuerdo con las guerrillas, que el gobierno de Santos fue un fracaso pero que la negociación con las FARC fue un acierto, que no apoyamos la violencia en ninguna de sus manifestaciones, que estamos en contra de las desapariciones forzosas, de los falsos positivos, de las masacres paramilitares, de los asesinatos sistemáticos de los líderes sociales, de cómo los medios de comunicación desvían los ojos de la problemática interna del país hacia Venezuela, de cómo se culpa de todos los problemas internos a los venezolanos que vienen en busca de oportunidades, de cómo el sistema de salud del país es una porquería, de cómo los discursos de guerra se esparcen en el viento, vientos de guerra contra los terroristas de las guerrillas, vientos de guerra contra la dictadura del vecino país, vientos de guerra contra los líderes campesinos, contra todo aquel que exprese su inconformismo e incomodidad con el gobierno de turno.
Los últimos años recibo las llamadas de mi padre con agrado, hablamos del Atlético Bucaramanga y de que en el próximo campeonato va rumbo a la libertadores, hablamos de la situación política, económica y social del país, de la falta de justicia que hay en este país, que el principal criminal de este país ocupa una curul en el senado. Estamos convencidos que lo único bueno de la guerra de Uribe, es que nos ha dado tema de que hablar, y nos ha hecho volver a estrechar los lazos.

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